Es la
segunda vez que escribo este título, reviviendo en el oprimir de letra por
letra todo un año de distintas experiencias. Ha sido difícil volverlo a
escribir, casi mes y medio pasó para intentarlo, pues la primera vez que lo
hice fue el pasado 28 de Febrero, cuando sentado en la sala 8 del “Aeroporto
Internacional Garulhos” de São Paulo (Brasil) esperaba nostálgico durante 4
horas mi vuelo de conexión hacía Bogotá, después de haber viajado 3 horas
procedente de Buenos Aires, mi ciudad de residencia durante el 2011. Cargado de
sentimientos pulpitos escribía afanosamente un texto envidiable y envidiado por
mí mismo, echado a perder 15 días después por un fallo técnico fatal del disco
duro de mi computador, fue como la muerte de un primo lejano con el que compartiste
pocas veces, como que sientes que perdiste algo, pero no sabes qué, pero igual
algo falta.
Hoy, más de
dos meses después, lo intento nuevamente, ya no con sentimientos vivos y
recientes, sino con recuerdos majestuosos que recorren mi mente aleatoriamente,
extrañando todo aquello que ya fue y hace parte del pasado, pero que en mi
hasta ahora servible cabeza están aun frescos.
El 28 de febrero partí muy temprano de Ezeiza, dentro de un particular enredijo de
números de vuelo e itinerarios de la “querida” LAN, dejando atrás una vida de
ensueño, trabajo duro de estudio, “estrés” de academia, amigos fieles, fiestas
de amanecer (estilo argentino), amistades para siempre, amistades del rato, amores
callejeros, amores platónicos, amores estacionales, y amores desconocidos, como
también amigos infieles, y porteños hijos de puta.
Todos eran
recordados ese día en São Paulo, el doble de Maradona de caminito que me puteó
porque le saqué una foto desprevenido ("¡No me saqués fotos nene!", dijo) el
diario Colectivo de la Línea 45, de ruta Ciudad Universitaria – Remedios de
Escalada, ya me conocía los 3 o 4 conductores que pasaban hacia las 17:50 hs.
el mala clase al que le comprábamos trago camuflado en Borges y Costa Rica, y
las Líneas 140 o 39 que me llevaban a mi casa en estado de alegría y
despreocupación absoluta, para no decir nada más… tantas cosas inolvidables e
inevitables de recordar por cualquier estado de embriaguez en el que estuviera,
yo estaba viviendo mi vida, y los santos que no beben, pues que no lean.
Fue como una
vida aparte de los otros casi 23 años de vida vividos en otras partes, hoy cada
vez más acomodado a mi nuevo lugar de vida, siento algo de nostalgia si oigo
las letras de Gardel que dicen: “Mi buenos aires querido, cuando yo te vuelva a
ver, no habrán más penas ni olvido”… sin embargo, consistente a sus versos, no
habrán penas ni olvido, pues fue una vida plena, difícil de repetir, obviamente
con un responsabilidad propia de sí mismo, por pagar un arriendo, hacer
mercado, comer y estudiar, pero después de eso, viajar, conocer, recorrer,
festejar, bailar y demás cosas propias para hacer en esta etapa de la vida…
Ir a comer
bondiola, chori o cuadril (churrasco) a la Parrilla “Mi Sueño” de costanera
norte de Puerto Madero, era algo digno de hacer hacia las 1 o 2 de la mañana,
con el mechudo con el que vivía, o cuando debíamos cumplirle a nuestros deberes
intelectuales pues hacia la misma hora pero en el quiosco 25hrs de Córdoba y
Alem, tomábamos capuccino con
empanada, una mezcla bomba reactivante.
Alrededor de las chicas o minas, como dicen allá, giran las fiestas en Buenos Aires, porque son ellas las que mandan en los boliches (discotecas), y sí que mandan, salen en pequeños o grandes grupos, en parejas o tríos, pero la mayoría de veces los grupos son de sólo mujeres, ellas eligen con quien bailar, con quien durar en el baile, con quien divertirse toda la noche, y con quien amanecer al siguiente día, si así bien califica el tipo. Mujeres poco conservadoras y tradicionalistas si comparamos con las colombianas. Los hombres argentinos, con fama de mujeriegos todos, se pavonean en el cúmulo de las fiestas para buscar ser opción. Pues como ya mencioné ellas mandan, como siempre ha sido y siempre será. El trabajo de todo hombre será tratar de ser la mejor opción. Personalmente, nunca pude con la costumbre de ir a una
disco a “conocer” mujeres, esa tradición de aparentar ser la mejor opción dificilmente la sentía entretenida,
dirán que soy tímido o aburrido, pero para mi no hay
como tener su combo e ir a divertirse a la fija, como siempre hice en épocas de universidad.
Por lo
anterior que a veces prefería irme al Pasaje Santa Rosa a escuchar y cantar
apasionadamente a Diomedes Díaz, Henry Fiol, Héctor Lavoe, y hasta el popular
Farid Ortiz con coterráneos, uno dizque monteriano, un inmigrante guajiro y
otros itinerantes invitados colombianos o extranjeros, tomándonos hasta citados
records de 25 litros de cerveza en un noche, era un revuelto de trago, gente y
comida bastante particular, y muy bien que la pasábamos.
El ambiente
cultural es inigualable, los museos, espectáculos, eventos en espacio público,
restaurantes, teatros, pasajes comerciales, muchas cosas tiene esta cosmopolita
ciudad a su favor, y tal vez su mayor aspecto de riqueza y fruición radical
parta de esa característica, ser una ciudad cosmopolita.
Como bien
cantaba Lavoe, “todo tiene su final, nada dura para siempre…”, aquel ritmo de
vida llegó a su final, por distintas y variadas razones, y fue el momento de
regresar a mi origen, pero no por eso no voy a volver, antes muchas cosas me
quedaron por conocer, y un cartón por reclamar, gracias a la rapidez de la
flamante Universidad de Buenos Aires, interesante ‘alma mater’ durante el 2011,
así que no llores por mi Argentina
que volveré, y seremos varios.
Me encanta tu escrito; pero te quedaste corto para describir lo ambigua y extraña que es la idiosincrasia argentina...
ResponderEliminarLe gracia del buen escritor no está en escribir 'en caliente' sino en evocar lo que se ve a la distancia y hacer que se sienta como si se estuviera viviendo.
ResponderEliminar