Lejos de casa

Quiero compartir un texto, de esos que tanto replican por Facebook, con quienes leen lo que a veces escribo, pues me llegó a lo más profundo de mi conciencia y la experiencia que he vivido durante parte del año 2017 y todo el 2018. Encaja muy cerca de la realidad:


--
Vivir lejos de casa no es para todos.
Debes tener un corazón grande, lo suficientemente grande como para empacar todo lo que dejas:
Alegrías y dolores, amigos y amores.
Este bagaje cardíaco late incluso cuando tocas un suelo que no te pertenece o cuando estás acostado en un colchón que no tiene tu forma y una almohada incómoda, y miras al techo preguntándote a dónde vas.
Amigos que no son tuyos, una ciudad que no es tuya.
Debes tener un corazón grande, tan grande para hacer cosas nuevas.
Un corazón que a veces teme que otros se hayan olvidado, porque el presente ha tomado el control de sus vidas.
Un gran corazón, pero no demasiado fuerte.
Entonces ahí es donde se detiene.
Está bajo arresto, te confunde y no sabe quién eres.
Así que te acuestas en el colchón que ahora ha sufrido un poco tu peso, y la almohada es más suave por un lado y te preguntas quién te estás haciendo más que a donde vas.
Porque cuando te vas, más que moverte hacia un destino, vas hacia un destino, el tuyo. 
Estamos hechos de otra pasta, quien no lo vive no puede entenderlo.
--
Finalmente, he aprendido que nos ponemos como destino diario ser valientes, no con nuestro entorno, no con nuestros amigos, ni con nuestros seres queridos, sino con nosotros mismos.
Enero 9 de 2019

Comentarios