Camino natural a Mar del Tuyú

Tres o cuatro viernes hace que partí rumbo a una estancia del territorio argentino llamada Mar Del Tuyú, estancia digo como ignorante de su entorno, de su paisaje urbano, de su imagen e historia propia, realmente desconocedor, en toda la significación de la palabra, de mi lugar de destino para un fin de semana largo con la que se puede decir, mi nueva familia adoptiva. Como buen desconocedor de mi destino, es de imaginar la nulidad existente ante el camino y recorrido hacia ese nuevo lugar; nuevo para el mapa geográfico de mi mente, ya antes le había oído el nombre a mi hermana así que mal que bien sabía que existía en el mapa de algún otro ser humano o de un atlas mundial.
La aventura de nuevas imágenes para mi cerebro comenzaría con una cambio de mi disposición inicial de viaje, que era llegar a Mar del Tuyú en 3 horas según lo comentado, al enterarme por el conductor del vehículo que amablemente cargaba con mis 79 kg (pocos para mi papá, en su medida para los médicos) que desviaríamos de la Ruta 2 a Mar del Plata, para tomar la Ruta 215, si no estoy mal, yendo de paso a un pueblo llamado San Miguel del Monte, aún más desconocido porque este sí que no sabía que existía… y retornar por otro camino a la Ruta 2, tomando luego la 11 que finalmente nos llevaría al ya mencionado Mar del Tuyú.
Sobre la ruta aparecían nuevas imágenes como de una imaginación paralela que me tocaba adoptar y fusionar con la mía para asimilar lo que venía, comenzando por las características de aquella vía sobre la que rodaba nuestro veloz automóvil, una infraestructura vial incomparable con la colombiana, manteniendo diferencias con nuestra topografía, y una cultura de respeto y prudencia adoptada y generalizada en la conducción del pueblo argentino. La topografía y su especificidad natural fue lo revelador de este viaje, con vías que permiten el desenvolvimiento mecánico para el que fueron diseñados los carros y sus motores, desplazarse de un lado a otro acortando distancias en razón de la menor cantidad de tiempo, lo que quiere decir: velocidad.
Se conduce tranquilo de la vida en un rango de 150 a 180 kph, sobre vías de grandes rectas totalmente planas, te sientes en un hueco del mundo dominado por el cielo, en una llanura interminable, de campos extensos donde quienes ves y te ven son girasoles, plantas de soja o vacas, porque hasta los árboles se ven muy lejos, donde percibes lo grande que es el planeta Tierra a causa de la inmensidad del cielo que te domina, ahí entendí lo que es el color celeste, muy dicho por acá, que sin saber la razón verdadera de los colores de la bandera argentina (muy escueta para mi gusto) encontré un paisaje que los justifica poderosamente, un paisaje donde el mayor sobresalto lineal que percibes cerca a tus ojos es la capa de asfalto de la vía, lo lejano no es plano porque la inmensidad del espacio hace la línea de horizonte curva, esa espacialidad te hace sentir miserable de tu tamaño, pero como ser pensante y en ese momento velozmente móvil, dominador de todo este infinito entorno.
Nunca antes vi algo parecido hasta ese viernes, pero que al hacer distinto tipo de comparaciones con mi Colombia natal puedo decir: “estoy realmente conociendo cosas nuevas”… ni en las partes llanas que conozco de la costa caribe colombiana y el entono específico en donde nací existe tal paisaje, sin embargo la región de los Llanos Orientales de Colombia que no conozco, podría mostrarme algo parecido, aunque tengo la sensación de que no. Cada vez que salga de Buenos Aires será una nueva oportunidad para comprobar que la naturalidad de los caminos argentinos es así, o que sólo fue la que me tocó ese día camino a Mar del Tuyú.

Comentarios

  1. Madre mía, si esperar 6 meses para leerte nuevamente significa encontrarme con algo como esto, creo que bien vale la pena esperarlos. Has mejorado ostensiblemente.

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