Una hazaña al José María


Transcurría un tranquilo domingo del mes de mayo, mientras me encontraba en una casa del barrio Calasanz de la ciudad de Medellín. Plácido era aquel día, al son de descanso y relajación, como la mayoría de mis domingos, donde mi única obligación era terminar de hacer mi maleta, porque a pocas horas estaba lo jarto de los viajes, la vuelta, el regreso, el decir “hasta donde llovió, hubo barro”, y retornar a mi actual ciudad de residencia.

Tenía un vuelo que partía a las 20:55 hs del Aeropuerto Internacional José María Córdova de Rionegro - Antioquia, para aquellos que no conocen, Rionegro es un municipio en el oriente antioqueño a 48km de la capital, donde en las afueras de su casco urbano está ubicado el aeropuerto internacional que sirve  a Medellín y su área metropolitana, con todos los vuelos internacionales que llegan a la región, y los nacionales de más alta frecuencia, y que usan aviones más grandes.

El final de la tarde ser tornó aburrido cuando mi equipo del alma, el Junior de Barranquilla empató con Once Caldas en la ultima fecha de la liga, y se quedó por fuera de las semifinales del torneo. Una vez sucedido eso dije: – ¡Me voy! –, antes de salir con mi maleta sin saber exactamente cómo iba a llegar al aeropuerto, llamé a una amiga que me había propuesto llevarme… evidentemente y para mi aun no sabido infortunio, la propuesta fue echada para atrás, pues estaba ocupada haciendo algo que nunca entendí bien que era. No puedo negar que dije: – ¡Mierda que cagada! –, pero bueno después pensé en que quien carajo iba a querer llevar a Diego al aeropuerto de Rionegro un domingo a esa hora, con ese pensamiento proyecté mi cruz. Eran las 17:30 (5:30pm).

Al escuchar por mi celular la respuesta negativa de mi amiga partí sin pensarlo con al idea de llegar tranquilo y con tiempo, con la indicación del amigo donde me hospedaba que frente al Hotel Nutibara iba a encontrar buses que me subían al aeropuerto (Medellín está a 1500 msnm y el aeropuerto a 2100 msnm). Me fue cual andariego arrastrando mi maleta pequeña, pero de 15kg, y con un morral con mi PC en la espalda, hacia la estación Floresta, la más cercana del tren metropolitano, sobre la Línea B con destino a Parque Berrio, a 5 estaciones.

Cuando llegué a la estación San Antonio donde hacia trasbordo de línea y faltaba tan solo una estación para Parque Berrio, tuve la brillante idea de preguntarle a un tipo de la empresa “Metro de Medellín Calidad de Vida”, sobre donde conseguir un bus que me llevara aeropuerto, en parte porque a los lejos veía el hotel Nutibara y no había ningún vehículo por su frente que pareciera un bus. Este “colaborador” de los ciudadanos medellinenses acompañado de un policía bachiller en turno me han dicho: “no ahí en el Nutibara no consigue nada hoy domingo, váyase a la Terminal del Norte que allá seguro consigue”. –Ok, perfecto, muchísimas gracias es usted muy amable–, dije confiando en aquella calidad de vida que predica, el sistema metro, sus usuarios y sus funcionarios.

Tomé afanado el tren hacia la estación Caribe hacia el norte de la ciudad, a 5 estaciones, bajé en ella con mi maleta y mi morral, como un ciudadano paisa más que va para algún pueblo vecino o vuelve de él a empezar la semana de trabajo en Medellín al día siguiente. Bajé escaleras como loco, con la maleta fuera de control, eran las 18:00 hs, uno de seguridad me dijo que fuera al final de las ventanillas en la punta de la terminal (la 1 de 150) que ahí seguro, me dicen, que van buses para el pueblo y que allá tiene que buscar quien le de el chance al aeropuerto… ¡o sea! Como dicen ustedes en Twitter “What the fuck”… me imaginé caminando la carretera tirando dedo y que empezara a llover. Terco pero sin desfallecer seguí buscando, en ninguna parte me dieron razón no habían buses para el aeropuerto. Ahí dije con ahínco mi primera puteada, con el respeto de los lectores y oriundos de por allá: “Esta ciudad de mierda”.

Veo un tipo parado muy orgulloso de llevar un chaleco que decía Terminales de Medellín, pensé: Este es el hombre. Le pregunto, y dice: “Uyy hermano…” –Ya está, este no tiene ni puta idea– pensé yo. –…hoy es complicado, toca que vaya a Transportes Rionegro, que allá salen buses y taxis que lo pueden llevar aunque salen de la Terminal del Sur, queda en la ventanilla 1…- continuó él. Lo interrumpo diciendo –Nombe viejo de allá vengo y nada, aunque no me dijeron de taxis… ¡hey vale pero en todo Medellín no consigo un bendito taxi que me lleve al aeropuerto de Rionegro, no joda es increíble! Él insistió en que fuera a la ventanilla 1, entonces agradecí desconcertado y me fui nuevamente a la punta de la Terminal, nuevamente dije: “Esta ciudad de mierda”. Eran las 18:30.

En la 1 me dicen si tenemos taxis, pero salen de la Terminal del Sur, y el viaje demora 50 minutos. Llamo a Cristina, mi amiga, y me dice: “Ayy sí Diego eso salen es en el aeropuerto Olaya segurísimo ahora que recuerdo que una amiga viajaba… sino de la Terminal del Sur” Dije: “Ok, chévere acordarte ahora”, ella siempre estuvo al tanto de todos mis pasos por el Blackberry Messenger, como se lo dije a ella, estaba que mataba a alguien en ese momento. El aeropuerto Olaya es de trayectos nacionales de aviones más pequeños dentro de la ciudad. Nuevamente entré a estación del bendito Metro, a hacer una segunda cola para comprar un ticket, e ir hacia el sur a la estación Poblado, ir de un extremo al otro, bajar de la estación y tomar un taxi hacia el Olaya o la Terminal del Sur, que afortunadamente estaban en lotes seguidos. Eran las 19:00 hs.

El Aeropuerto Olaya Herrera estaba cerrado, y la terminal desolada, nuevamente dije con un complemento: “Esta hijueputa ciudad de mierda”, sin embargo me bajé a buscar algún alma en la terminal, sitio que no conocía y que ni sabía hacia donde ir. Vi otros dos flamantes con chalecos naranjas de Terminales de Medellín, con rogué no fueran tan como el de la del norte, una señora muy querida salió de la oficina a buscarme en donde montarme, pero al única empresa era, ¿adivinan?, sí, Transportes Rionegro, en este caso buses no había parqueados, y demoraba hora y media el viaje, sin contar lo que demorar en parecer uno y más gente como yo, e insistían en que solo me llevaban hasta Rionegro. Me contrajo una fastidiosa desazón y ya resignación del contexto de tan deprimente flujo de transporte al aeropuerto que conecta a Medellín con Bogotá, Cartagena, Barranquilla, Cali y demás destinos internacionales. Salí adelante a la resignación y pregunté: – ¿y taxis? Me dijeron que de aquí salían, me mandaron de la Terminal del Norte–. El tipo dice: –No, pero taxis ya a esta hora no hay­, aunque si quiere le consigo uno… se demora 50 minutos hasta allá y bueno más el tiempo que demore en conseguir uno que suba…–. Eso era tiempo que no tenía, y 70.000 pesos la carrera, más la propina. Me escabullí de ahí ignorando la propuesta del tipo.

Aburrido y desconcertado, llamé a mi amiga que no dejaba de preguntar por BBM en qué iba, y yo sin tiempo para escribir. Creo que ella se sentía culpable de haberme fallado ante la propuesta de llevarme, y en parte la razón de su también ahora preocupación. Yo que no sé dar lastima y no quería molestarla, pero sin rencores con ella, igual sentía que era mi única salvación en ese momento, porque ya había intentado convencer a un taxista y se había negado. Antes de yo pedírselo, me dijo: “Vete yendo hacia mi casa que yo te llevo, tengo que ir allá por el carro”, para la risa de todos ustedes, vivía más al norte de la Terminal del Norte, eso tradujo un taxi ala estación Poblado, otra fila para comprar el ticket y atravesar por segunda vez la ciudad, recorriendo esta vez 11 estaciones.

Estaba exhausto de cargar el morral y la maleta. En el metro la gente me miraba como si llevara una bomba en la maleta, y más con mi aspecto ya maltrecho, más espelucado de lo normal, sudado, con el bolso torcido, mirando frenéticamente el reloj, escribiendo a toda carrera en el celular. En este recorrido me empezó a apoderar una sensación de calma a partir de la resignación. Eran las 19:30 hs.

Mi tranquilidad partió de saber que había un último vuelo, 30 minutos después a la hora del mío, lo recordaba de cuando había comprado en la página web de Avianca. Llamó Cristina y me dijo: –mi hermano tiene mi carro y no me contesta…–, ahí riéndomele en el teléfono a ella pensé  –No joda yo lo que estoy es cagado–, y completa –…pero con una tía te estoy consiguiendo un taxi, ya te confirmo los datos, bájate una estación antes de la de mi casa–. Siguiendo ordenes de la señorita amiga, me bajé donde me dijo con mi trasteo de vainas, un lugar completamente desconocido, no sabía en donde carajos estaba, y me puse a buscar el taxi de placa 896, de un tal Álvaro, encontré el taxi solo y salió un señor gritando: –Diego, Diego, ¿‘usté’ es Diego?­(con tono paisa)– con una empanada en la mano, y disculpándose se monta apresurado al taxi, se despide del hijo, un niño de 8 años y la esposa, como si se fuera a ir para el servicio militar por mucho tiempo y arranca literalmente como un loco. Le dije la hora de mi vuelo, el paseo de más de 2 horas que llevaba haciendo por Medellín, sólo se reía y pisaba el acelerador. Eran las 19:45 hs.

Una vez me monté al taxi, me empezó el ataque de risa, no creía todo lo que había hecho para poder estar ahí sentado, y las vueltas que había dado, quien me persiguiera por satélite, podría haber reído a carcajadas, y hay maneras de hacerlo conmigo, pero no les diré como. Era un taxi de esos que parece un borrador de nata de los pequeños, en un rango de 100 y 120 km/h por la autopista, aun creo que parte de mis extremidades están en algunas de las curvas de la vía por mucho tiempo, así como esta historia en mi mente y este texto.

Cristina seguro respiró tranquila, yo reía y la verdad ya me importaba un carajo el vuelo, pensaba en no querer matarme contra la montaña, y también en que tenía que estar esa noche en Bogotá, porque tenía una reunión de trabajo al lunes siguiente en la mañana. El taxista hizo un tiempo record para él de 30 minutos y 30 segundos. Cuando llegué al tan añorado Aeropuerto José María Córdova eran las 20:15 hs.


Conforme a la velocidad con que venía hice mi check in y entré de una a sala, ya dentro hice llamadas y envié mensajes de agradecimiento, respiré 20 minutos, llegó el avión y empezaron a abordar, ubiqué mi silla, me senté y descansé para empezar el carreteo y despegar hacia Bogotá, lo había logrado, con el cierre financiero de que gasté más de 100.000 pesos ese día en transporte, cifra que no me gasté en trago y fiesta durante 11 días que estuve en Medellín. Eran las 20:50 hs.

Pensaba en el vuelo, Medellín es una ciudad espectacular, y los insultos fueron calentura del momento, pero si no tiene sentido que el transporte al aeropuerto sea tan deficiente, con todo y la excusa de que fuera domingo en la noche, y demás sandeces, además de lo inconsecuente de las personas en no saber donde es cada cosa en su ciudad, cuando alardean tanto de ella, pero dejemos en que eso es otro tema, del cual hay mucha tela por cortar en muchísimas ciudades, de Colombia y el mundo. Ya eran las 21:30 hs y estaba aterrizando en Bogotá, mi actual ciudad de residencia.

Comentarios

  1. Eso no pasa en Barcelona. :)

    PD. ¿No es mucho muy innecesario publicar tu ubicación? Digo, no sé… por seguridad.

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  2. Viejo, a la próxima coja taxí como turista que es...

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