Historias de amores caribeños: Ella

Carta de Odindo a Naía

Ella, quien a mi llegada anónima coincidió sentada a mi lado y me dijo: “Hola”. Ella que entre dudas y certezas emprendió un camino de trabajo inconsciente de a dónde irían a parar todos aquellos esfuerzos mediáticos. Ella, acusada de mentirosa e incapaz, pero ciertamente honesta, pulcra, clara, consciente y fuerte.
Ella, quien solidaria y comprensiva se mantuvo a raya de criticarme injustificadamente en los inicios de nuestros vínculos profesionales. Ella, quien confiada creyó en mis orientaciones y métodos de organización y desarrollo de labores.
Ella, quien a pesar de todo lo duro que llovía, si no me ayudó a resguardarme bajo un paraguas, se metió conmigo bajo la lluvia hasta el momento que cesó. Ella, por quien ha valido la pena cada bendito segundo del hecho de haber venido a los nuevos territorios a los que me trajo la vida y mi testarudez.
Ella, a quien le abrí mi corazón y mi más profunda y desafortunada historia de un viejo amor. Ella quien me escuchó atenta y pacientemente, para luego contarme parte de su historia, y hacerme ver que lo mío era poco comparado con la complejidad de lo suyo. Y por lo que se echa culpa al sentir que ha decepcionado a su familia por sus actuares, cuando realmente es toda una guerrera.
Ella, a quien he aprendido a conocer desde una aleatoria amistad, que “accidentalmente” me ha llevado a deslumbrarme con la pureza de su alma, con la pasión de sus convicciones, con la nobleza de sus inseguridades, con el amor por los suyos, y la persistencia por sus sueños.
Ella, quien encanta a mis oídos cuando habla de cómo ayudar a los demás, llenándome de convicción de que es más audaz de lo que ella misma cree, que es más fuerte de lo que ella misma espera, y que es más capaz de lo que muchos otros aspiran.
Ella, quien me hace sentir total admiración por su ser, y que posiblemente sea una admiración mutua, pues dijo un día “¿él?, él es la persona más correcta que he conocido”. Ella, quien ha logrado que deje mi ego a un lado para sentenciar alguna característica que ni en mis más orgullosos momentos pudiera yo sostener firmemente.
Ella, sonriente, brillante y reluciente. Ella, delicada, tierna y respetuosa. Ella, femenina, calmada e inteligente. Ella, pícara, divertida y risueña. Ella, alegre, luchadora y valiente.
Ella, quien cree en mi, quien confía en mi, quien se ha vuelto una luz en mi camino, fue luz en mi camino, y sigue siendo esperanza al andar, en sus palabras, en sus propuestas, en sus pretensiones.
Ella, quien entró a mi soledad, y cautivó todas mis aspiraciones. Ella, quien quiso ser mi amiga, y yo traté de ser su amigo, pero con quien en tres momentos me perdí: Una cena y unos tragos de apertura del alma, para hacer clic como persona, unos brownies nocturnos para fortalecer y nunca olvidar la convicción de camino lleno de esperanza, y un mensaje de fin de año para sorprenderme y fijarme en ella como mujer.

Ella, con quien me siento a gusto y la conversación nunca termina, simplemente fluye y fluye. Ella, simpática y hermosa, quien ha vuelto mi vida últimamente una preocupación apasionada color de rosa.
Ella quien siguió su camino paralelo al mío, sin finalmente ningún cruce.
Ella.
Escrito 3 de marzo de 2020.

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